Que retorcido es el entendimiento de la muerte en el creyente tradicional.
Según él, morir es algo «malo», o eso se entiende considerando que «matar» es un pecado… pero la «muerte» realmente no existe (según él), por lo que asesinar no sería muy diferente de darle un boleto de tren a alguien a un país del que no puede volver.
Se pone a rezar para evitar la muerte de sus seres queridos o de otros… reza para esquivar la muerte que es inevitable y destino irrevocable de todos por diseño. La muerte nunca se evita, sólo se retrasa. En su fe, la muerte lo llevaría a una expresión más amplia y más verdadera de su ser en espíritu. ¿Por qué sería algo indeseable morirse si fuera el caso?
Realmente actúa como si la muerte fuera una cosa muy seria, como la aniquilación absoluta de la existencia, la personalidad o la individualidad, pero eso contradice su creencia.
Luego entonces, ¿cree o no cree en lo que dice creer? ¿por qué a veces actúa como si fuera cierta una cosa, y a veces como si fuera cierta la otra?
Literalmente cree que la muerte (que no es muerte para él) es «mala» porque lo dice un libro. ¡Que base más blandengue e inestable para el valor de la vida!
El no creyente lo tiene claro:
La muerte es la aniquilación, la desaparición absoluta del yo. La muerte, al convertir la vida en un bien escaso, es uno de los mayores contribuidores a su valor. Asesinar, el peor agravio que se puede cometer contra el ser que es consciente de su vida y no desea perderla.
La vida es una excepción, un «regalo». Es el «meta valor», porque es sólo a través de ella que el «valor» de algo puede existir.