Mi voluntad es un puño de lana,
un ovillo sangrante con breves trazas
de carne blanca.
Es una madeja de estambre
rodando entre aguijones
por un hilo que me aclama
tentador desde tu mano.
Arrala el latido, en giros y rebotes,
el diámetro de su organismo
en cada trayecto a ciegas.
El armazón mío se hincha,
se moja por ti, tejedor,
y se enreda aun más
entre los cardos de tu ausencia.
Bajo la luna puede verse rojo,
suplantado por sí mismo,
brillando adentro de otro pecho.
Se extraña el corazón,
músculo deshebrado en sí,
de ser dos veces hechizado
y reinicia su hebra interminable.