Mucha gente cree que la «evolución biológica» dice que somos producto del azar… como si aventando piezas metálicas al aire de casualidad se armara un automóvil.
… y con base en ese concepto erróneo, pretende argumentar que somos tan improbables, que tenemos que ser el resultado de un «diseño».
Pero la evolución no depende del azar, ni es su motor. El motor de la evolución es la SELECCIÓN NATURAL, y el azar es meramente el mecanismo que introduce información nueva al sistema.
Otro concepto erróneo sobre la evolución es que es sinónimo de «avanzar». Que «mejora» las cosas. O que tiene un «propósito» o «fin».
Pero los seres vivos no cambian persiguiendo un fin. ¿Quién pondría ese fin? Simplemente perduran en el tiempo los cambios que las circunstancias del entorno hacen que perduren. Si las circunstancias cambian, otros cambios suelen perdurar.
Este empeño en antropormofizar y otorgar propósito a las cosas que no lo tienen, hacen que en nuestro lenguaje tengamos interiorizada la idea de que los ojos «se hicieron para ver» o las piernas «se hicieron para caminar».
Ese propósito no puede ser cierto, porque nadie hizo los ojos, y nadie hizo las piernas, luego, no pudieron ser hechas con un propósito en concreto.
Pregunta para quienes así piensan: ¿los dedos se hicieron para apretar botones?
Lo correcto es decir: «los ojos sirven para ver», o «las piernas sirven para caminar». Los ojos, las piernas y todo cuanto hay en un organismo, está porque ha servido, de alguna forma, para sobrevivir y poder heredar tales características a sus descendientes.
Esto también hecha por tierra los argumentos santurrones, como por ejemplo, que es «antinatural» la homosexualidad porque los penes se hicieron para entrar a las vaginas, y otros argumentos parecidos, por la simple razón de que nada se hizo para nada.
«Antinatural» le llaman a los acontecimientos que no siguen el propósito inexistente que ellos le atribuyen a los elementos naturales.