Tengo miedo de un perro callejero
que me mira como miro yo a veces.
Descansa en la banqueta como yo en mi cama,
lame su cuerpo y se sorprende de tenerlo.
Me pregunto, ¿seré como ese animal perdido
que escurre saliva y bebe charcos?
¿Seré acaso el pelaje húmedo y sucio
que lo hace consciente de su vida?
¿Seré sus ojos vidriosos que miran mal y poco?
¿Seré esa pobre bestia acostada en sus orines,
con su soledad, su ladrido ronco y cansado?
¿Seré la perspicacia de sus movimientos
al percibir que alguien se acerca?
Y, ¿seré más parecida al asfalto ardoroso
bajo su vientre o a las basuras de plástico alrededor?
¿Soy acaso lo que está adentro de sus ojos,
esa luna frágil y puntiaguda que apenas levanta?
¿Seré el horizonte que no comprende,
la inmensidad del cielo que él piensa
como un toldo estrellado en este barrio?
¿Seré las pesadillas caninas que lo atemorizan?
¿Soy tal vez la mandíbula sonriente, la lengua,
la garrapata y la comezón que lo hacen ser?
¿O seré el cielo abismalmente infinito que lo envuelve,
será que soy el camino, la lluvia, la oscuridad,
la atmósfera, será que yo soy todo?
¿O sólo soy yo el perro y por eso tengo miedo?