¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Gustavo Adolfo Bécquer
Póngase usted en el papel de una púber que sólo ha leído versiones para niños. No conoce más versos que los de cancioneros infantiles. En su casa compartida, en su nueva vida no tiene nada para leer. Ahora coloque frente a ella a una joven enfermera, independiente, fiestera y apasionada. La primera admira a la segunda por su fuerza, su cuerpo, su edad, sus libertades. En medio un libro: edición barata, números telefónicos en tinta azul, muy abierto por la mitad. Rimas, leyendas y narraciones de G. A. Bécquer.
Todas las habitantes usan la misma cocina-comedor con dos refris y una mesa grande. Nuestras mujeres coinciden: leche con cereal y verduras respectivamente. Poco hablan porque una ve a la otra como a una chiquilla temerosa. Pero un suave «qué lees» cambiaría el panorama. Enfermera abre Bécquer y lee en voz alta. Niña mira a su compañera impostar la voz, cerrar los ojos, pausarse. Al principio no entiende qué la hace actuar con tal solemnidad. Sigue leyendo y se emociona buscando páginas para impresionar. Voz es fuerte, a ratos entrecortada. La más joven puede notar el temblor de quien casi llora, está encantada aunque no ha escuchado una sola palabra y, al mismo tiempo, ha sido testigo de la poesía.
De vez en cuando la velada se repite: mismos versos, igual la expresión. Memoriza y alarga sus sílabas la gustosa lectora que no se ha detenido a cambiar el uniforme. La escucha está pasmada, está loca por esas ideas románticas de las que nunca oyó. Nada explican. Nada saben más que el gusto inefable y el sentimentalismo.
Un día la mayor debe irse, no tiene más trabajo ni dinero. Deja el libro a la menor sin comparsa. Se olvidan porque crecen a pesar de la poesía. ¡Imagine qué panorama desolador!, el de la vida después de Bécquer, el del silencio obligado. Como es natural, libro y niña se pierden porque ha nacido el gusto por otros.
Es así como se aprende a leer, como se entiende la emoción estética, como merman las ganas de hacer algo más. Así sabe uno que se ha transformado, que se ha hecho diferente por haber leído cualquier cosa que diga involuntariamente: esto es literatura, esto es leer, ya no tienes alternativa. Aparecen marcas en el cuerpo pues es necesario reconocerse. Son huellas de la primera vez que fuimos quienes somos.