Versión en audio:
Lo que más me intriga de la muerte es la existencia de un Universo donde el yo se halla totalmente ausente1. Para los que vivimos en la seguridad de que no hay alma ni más allá, el velo tras la muerte es la simple inexistencia. Pero a la vez, resulta inconcebible. Intentar visualizarlo nos empuja a la paradoja.
No puedes imaginar un Universo donde tú no existes. Porque tan pronto como lo ves en tu imaginación ya «estas ahí», viéndolo. No hay manera de hacer trampa para contemplarlo sin «estar ahí». Así que no puedes verlo ni imaginarlo en realidad. Pero el simple ejercicio de intentarlo, es una actividad que recomendaría a todos llevar a cabo con frecuencia. No porque se pueda conseguir, sino para sentir el muro que impide realizarlo.
Es como pretender concebir lo que «ve» un ciego. Instintivamente todos imaginamos que contempla un negro impenetrable, como cuando cerramos los ojos o nos encontramos en una cueva oscura. Pero el ciego de verdad no puede entender el negro, porque eso ya es «ver» algo.
No vemos negro lo que está fuera de nuestro campo visual, como no vemos negro el mundo detrás de nuestras cabezas. Simplemente no vemos nada. Como el ciego. Para los que vemos, ¿cómo imaginar no ver? ¿Cómo describir lo que no es nada? Para los que existimos, ¿cómo imaginar no existir?
Por eso estar muerto no es como dormir. Porque estar dormido es «estar» de alguna forma. Aunque imagino, es lo más parecido. Nadie está «ahí» en el momento de sucumbir al sueño y perder la conciencia. Solo puedes recordar lo que pasó a posteriori. Pero los muertos no pueden recordar, así que nunca estás «ahí» en el momento de tu propia muerte.
Es como querer tomar conciencia del momento en que comienzas a respirar inconscientemente. Puedes iniciar una respiración consciente cuando quieras, pero terminarla, jamás.
¿Cuántos muertos realmente supieron que estaban muriendo? ¿Lo sabremos nosotros mismos cuando llegue el día? Supongo que no lo haremos más de lo que ya lo hacemos hoy: entendemos que estamos muriendo, porque el destino de todo lo vivo es estar, tarde o temprano, muerto. El destino de toda consciencia es desaparecer.
La muerte tal vez se vuelva un concepto más ligero si reparamos en que la ausencia de la conciencia, nuestra ausencia, es la norma y no la excepción. A lo largo de toda la vastedad del tiempo del Universo, nosotros no existimos, salvo quizá, en ese minúsculo instante que es nuestra propia vida.
La norma es no existir, y poder contemplar algo, la excepción. Morir es, simplemente, regresar a lo que siempre hemos sido: nada.
- Una frase de Sofia Kovalévskaya que dice exactamente lo que quiero expresar. ↩︎