Estaba leyendo los pensamientos de una persona que considero muy inteligente, pero con la que no tengo contacto desde hace, quizá, 15 años. Noto cuán diametralmente opuestos son nuestros puntos de vista. ¡Pero de extremo a extremo del universo! Desde política, pasando por filosofía de las matemáticas y todo, todo, TODO.
No tengo realmente forma de comunicarme con dicha persona, así que me desahogo desde aquí.
Siempre fue alguien con un alta carga ideológica, que se ha radicalizado aún más, y creo que esa fue su perdición (discúlpenme la arrogancia, ¿o qué podría pensar si estoy en completo desacuerdo con todas y cada una de las cosas que dice? Soy humano). En realidad es imposible no tener una «ideología», desde el momento en que te pones a pensar en algo y tomas postura, pero ciertamente…
… yo las evito. Quiero decir, las ideologías tradicionales. A lo más que pretendo llegar es a establecer alguna clase de medidor, indicador o similar, que señale el bienestar, satisfacción, felicidad (o como ustedes quieran llamarlo) de la sociedad, y sobre esa base, elegir los mecanismos, políticas, metas, procedimientos, etc., que maximicen dichos indicadores. Todo, basado en los hechos, pruebas, las evidencias. O por lo menos eso sería lo ideal, porque a veces simplemente no hay pruebas, o hay indicios contradictorios y ahí es donde la puerca tuerce el rabo, SIEMPRE.
La perdición está, SIEMPRE, donde se antepone la ideología a los hechos. La ideología tradicional no suele concentrarse en las metas o los indicadores (que son medidas de la realidad), sino en los procedimientos mismos que deben utilizarse, que se derivan de cosas bastante más abstractas y «ficticias» que los «hechos», como los valores arbitrariamente impuestos por el ideólogo de turno (por ejemplo la libertad o la igualdad), que se ha dado a conocer al fabricar una retórica que nos quiere convencer de que «su» entendimiento tiene como consecuencia que las cosas (esos indicadores anteriormente mencionados) van a ir bien, pues… porque él lo dice, básicamente.
Aunque nos quiera convencer que todo es el resultado de la pura lógica y de llevar sus axiomas a sus últimas consecuencias (y a lo mejor es verdad, y el asunto sea que esos axiomas son falsos). No cuela. Sólo lo creen los que ya están convencidos de antemano o son fanáticos, como los marxistas recalcitrantes o los libertarios enajenados. Antagonistas por definición, por poner un par de ejemplos.
Y… bueno, que a mi amistad, ¡le ganó la ideología! ¡Ya! Le corto…